Una caricia

El hilo musical trata en vano de ocultar el murmullo de conversaciones. Sesenta y cinco centímetros de madera entre tú y yo. Lo sé porque al alargar mi brazo no alcanzo a tocarte, lo cual te anima a burlarte de mis intentos lanzándome tu mirada […]

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Un beso

Distancia fingida. Aparente separación. Inevitables palabras.

Dejamos la acera para entrar en el camino del parque. Apenas unos metros, porque ya es inaguantable. Y sucede.

Mi mano se prende de tu brazo, mi cuerpo se acerca al tuyo y el corazón se me desboca. Milésimas de segundo separan tu rostro del mío. Una eternidad que cruzo a ciegas sintiendo que salto al vacío. Alegría y miedo. Esperanza y miedo. Deseo, pasión, añoranza, sueños que fueron y en este instante son. El aire entra frío en mis pulmones. No sé qué piensas. No sé qué sientes.

Siento la suave tibieza de tus labios en los míos. Una fracción de segundo después comprendo que es real. Otra más y el miedo se extingue. El resto sirven para transformar ese contacto en una fusión de sonrisas que laten al unísono. Una descarga de alegría estremece mi cuerpo. Siento que no me cabe dentro y que tengo que ahogar una lágrima de emoción.

Silencio sonriente. Miradas silenciosas. Tu reproche es dulce, te vuelves, empiezas a caminar. Reacciono, te alcanzo, te miro: te brillan los ojos de felicidad.

Se acabó el invierno.

Una sonrisa

Sol. Brisa. Tú.

Te siento aún teniendo mis ojos cerrados. Muevo unos centímetros mi mano y alcanzo a rozar tus dedos. Inclino mi cabeza, siento tu pelo tocar mi cara antes de apoyarla sobre tu hombro.

Te siento sonreír aún teniendo mis ojos cerrados. Tus dedos se mueven muy lentamente para acariciarme con suavidad. Caricias de milímetros. No me ves, pero sé que me sientes sonreír.

Te siento mirando al futuro. Mis ojos cerrados lo miran contigo. Tan real como tu roce ahora, es cada detalle de la vida que nos espera y que nuestras miradas teñidas de sueños comparten en este instante bajo el sol, con la brisa bailando en tu pelo, con la sonrisa que hacemos entre los dos a medias.

Tú. Y todo lo demás, que también es tú.

Bajo la nieve

Toda la ciudad estaba blanca. La nieve caía lenta y pesada, como si en el cielo hubiera estallado una guerra de almohadas. La nieve crujía bajo mis pies con cada paso y, de vez en cuando, sentía el tímido beso frío de un copo en […]

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El charco

Era un día normal. Casi soleado después de varios días de lluvia. Y yo caminaba un tanto distraído, intentando averiguar si el sol conseguiría hacerse un hueco más grande entre las nubes o no.

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¿Y para qué?

¿Y luchar para qué? Si siempre aquello que quiero no es para mí.

¿Rendirme? ¿De qué? Si querer a alguien, para mí, significa que no lo tendré.

Sólo me queda el cansancio más absoluto de esto que debo llamar vida. Un tiempo espeso como el crudo que atrapa gaviotas y las hunde de negro.

Y luchar […] si […] quiero […] para mí.

Lo más frío

Lo más frio no es el hielo sobre acera, ni la nieve que cae suavemente. Lo más frío no es la humedad calándote los huesos pues con más ropa de abrigo se calma. Lo más frío no es la viento gélido que se levanta de noche, pues entrando al hogar hallas refugio. Lo más frío, aquello que ni un fuego crepitante de altas llamas puede apagar es el vacío frío de tu distancia.

¿Qué tal estás ahora?

¿Qué tal te sientes ahora que eres consciente de lo que haces? ¿Cómo te sientes sabiendo que la cama que ahora está fría a tu lado no volverá a tener el calor que deseas? ¿Qué te hace sentir esta certeza de que quienes por ahí […]

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Con lo poco que me queda de ti

Con lo poco que me queda de ti me limito a recordar lo que tuve. Solo, llorando, sintiendo cada lágrima resbalar lenta por mi cara mientras siento que la distancia va creciendo. Distancia inevitable. Distancia detestable. Lloro sintiéndote aún a mi lado porque la dolorosa […]

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-¿Hola, estás ahí?

– ¿Hola? ¿Estás aquí? – y esas fueron sus últimas palabras. Unos labios carnosos se pegaron a su boca, una lengua ávida de placer entró en búsqueda del roce con su lengua y unas manos ansiosas agarraron su cabello. Los dos cuerpos cayeron sobre el colchón en mitad de la habitación a oscuras mientras la puerta quedaba entrecerrada a su espalda. Entre los besos apenas había espacio para las risas o los jadeos, pero sus manos no dejaban de decir cosas. Ella daba las gracias por cada momento a su lado, le reñía por el susto que acaba de darle y le castigaba sin besos una semana. Él le decía cuánto la amaba, cuánto le hacía sonreir y bromeaba sobre la cara de susto que ella había puesto al sentir su abrazo desde la oscuridad. Sus caricias tiernas se burlaban de aquellas tímidas y nerviosas del primer encuentro en el parque. Sus besos evocaron tantos besos pasados, escondidos en cada rincón por no ser descubiertos. Sus sexos se encontraron por primera vez con la sensación de ser el uno del otro desde hacía mucho tiempo…

Se amaron. Toda la noche.

El alba despertó a una pareja que debía decirse adiós sin dejar caer una lágrima, derramando luz sobre sus cuerpos desnudos, abrazados, al final de una muda despedida que ninguno de los dos estaba dispuesto a aceptar.