Con lo poco que me queda de ti
Con lo poco que me queda de ti me limito a recordar lo que tuve.
Solo, llorando, sintiendo cada lágrima resbalar lenta por mi cara mientras siento que la distancia va creciendo. Distancia inevitable. Distancia detestable. Lloro sintiéndote aún a mi lado porque la dolorosa certeza de que es el final martillea mi conciencia y clava en mi alma espinas que soy incapaz de soportar.
Lloro como nunca antes había llorado porque te pierdo sin que ni tú ni yo queramos. Porque la imposición del espacio se hace insufrible. Porque el tiempo juega en nuestra contra y nos pone la zancadilla para que tropecemos antes de alcanzar a besarnos de nuevo.
Grito de dolor y angustia mientras trato de secar las incontenibles lágrimas. Grito tu nombre al vacío que no responde. Grito que te necesito… para nada porque es tanta la distancia que ni el eco casi mudo de mi rota voz te alcanza.
Me acurruco. Me tapo bajo las sábanas. Me abrazo a mí mismo para imaginar que son tus manos las que rodean mi cuerpo que gimotea. Cierro los ojos apretándolos para traer a ellos tu imagen cuando estabas cerca de mí, cuando me sonreías y tus ojos me decían tantas cosas que las palabras no importaban, que el idioma sobraba, que todo lo que estaba fuera de la cama donde dormíamos era insignificante y nos sobraba porque el uno en el otro teníamos todo lo que jamás podríamos llegar a desear.
Te lloro a pesar de saber que aún te tengo de algún modo. Te añoro sabiendo que eres parte de mí, parte de algo más que mi vida, de mi alma. Eres algo que está muy dentro de mí y sin embargo quiero más que tu recuerdo, que tu olor en mi almohada, que tu sonrisa en una fotografía. Te lloro a pesar de saber que me quieres y precisamente porque me quieres y no puedo oir tu voz decirlo te lloro.
Me encojo. Me hago la parte más pequeña del mundo. Pretendo que puedo ir y estar un segundo, tan sólo un segundo más, a tu lado, entre tus brazos, sintiendo el tranquilo latir de tu corazón en el pecho donde apoyo mi cabeza cuando me acaricias el pelo y me besas. Sin palabras, un momento de silencio donde con el simple hecho de estar cuerpo con cuerpo, piel con piel, nos decimos más de lo que ninguna palabra podrá expresar.
Te añoro. Te extraño. Te lloro. Y aún estás en mi vida; y aún te recuerdo, negándome a ceder al olvido que pretende arrebatarte de mí con el pretexto de que así seré feliz. No, la felicidad es contigo, no olvidándote. La felicidad está en compartir un roce matinal antes de que te levantes para ir a trabajar y me dejes durmiendo. La felicidad es mirarte a los ojos y callar para decírnoslo todo.
Quiero volver a ti. Sin ti no estoy vivo. Sin ti no me muevo, no pienso, no soy. Sin ti… no puedo más que llorar apretando contra mi lo que me queda de ti.
Precioso…