Tal vez hasta aquí
Tú sientes que un monstruo aparece. A veces. No siempre esperado, no siempre por sorpresa.
Yo me comí otro monstruo. Uno que entre el tuyo y tú creasteis. Uno que me devoró por dentro.
Cada uno con su monstruo, sus lágrimas, sus miedos… Para ti, noches en blanco. Para mí, días negros. Tú, con la esperanza de matar a tu monstruo. Yo, sin saber que el mío existía.
Y, ahora que sé que existe, es tan grande que me aplasta. Lo veo. Lo siento. Camina a mi lado (dentro no cabe, dentro ya no tiene qué seguir devorando) y su brazo sobre mis hombros me hunde. Nadie lo ve. Pero lo ven en los kilos que engordo, lo poco que salgo, lo malo que como… Lo ven en cómo me trató, en que no me respeto.
Y yo, ahora que sé que existe, ahora que sé que otros como poco intuyen que está ahí, aún sigo pensando en qué podría hacer para acabar con tu monstruo, para devolverte la sonrisa, para liberarte de esa carga. Yo. Pero tú estás en ello, por tu cuenta, y sin tender la mano ni aceptar realmente la mía. ¿Por ayudarme? Tal vez.
Pero tiene que ser hasta aquí. Y no más. Aunque yo aún sienta que es posible lo que soñamos en su día. Aunque te escriba llorando incapaz de dar el paso.
Tal vez un día de verdad llegue ese «hasta aquí», no sé. Por ahora lo espero en compañía de este monstruo mío y de mí.