Culpable

y aquel rasguño se me abría,
y ya tardaba en cicatrizar

Escribí en la noche con los labios, a brochazos de sangre:
«PERDÓN»
y caí al suelo rodeado de hielo.
El frío comenzó a tener su telaraña sobre mi cuerpo y mi mirada trepó fuera de mi cara y huyó, para buscarte, a lomos de una gaviota. Sobrevoló mares, montañas doradas por el alba y valles arropados por la noche, viajó buscándote por todo el globo.
Pero emprendió el regreso sin haberte hallado.
Entreabrí la boca y la escarcha me invadió el pecho
y aquel rasguño se me abría,
y ya tardaba en cicatrizar

Regresaba de nuevo entre el hielo mi perdida mirada y ya me daba por muerto sin una última caricia de tu sonrisa. Se cubrieron mis ojos de cristal recordando aquel sueño que viví de
ir más allá de lo permitido,
por los fluidos que recorren el cuerpo

someterme a tu hechizo, olvidando mentir
en otro nivel, no querer recordar
ni siquiera el pasado
que sientes que está
completamente agotado

y entonces, mi mirada se posó a mi lado, se volvió hacia mi rostro vacío y descubrí que tus manos me estaban acariciando. Tus labios tibios rompieron la prisión de mis ojos y el silencio clamoroso de tu mirada perdonándome rompió la red que atrapaba. Y en el abrazo que nos dimos desperté, te miré de nuevo y sentí como tus labios se movían:
«te perdono».

se nublan los ojos
todo de un mismo color
mientras todo da igual

Cerrado

Palabras candado. Sentimiento prisionero.

No puedo abrir la boca: sentir el mundo entrando en mí me asquea. No lo soporto. Sólo imaginarlo me provoca arcadas. Pero yo no he decidido que sea así.

Casi no puedo cerrar la boca: las palabras empujan para salir a borbotones inconexos. Pero no salen, brotan y el viento se las lleva en forma de lágrimas.

He estado en el dique. He estado solo. He llorado. Pero nada me ha liberado, sigo prisionero, cerrado. Tus palabras fueron cerramiento, reclusión de mi interior hacia sí mismo y ya sólo me siento con un hueco que se limita a crecer sin cesar.

Un nudo en la garganta no es nada comparado con esto.

Un nudo en el estómago no es nada comparado con esto: La vida ya no entra en mi cuerpo, sólo me resta esperar a que se agote la que aún queda. Las fuerzas que me vayan quedando las dedicaré sin duda a tender mi mano buscando la tuya.

Ojalá la esperanza, ya que no se pierde hasta el final, alimentara también un poco…

La hora de preparar la cena

A mi espalda, una mujer cocina. Corta, calcula cantidades, limpia, cuece, fríe… la miro absorto, pero no porque quiera aprender su receta. La miro y ni siquiera pienso que está haciendo nuestra cena. La veo moverse al ritmo de la música que se ha puesto de fondo, bailando absorta sin ni siquiera darse cuenta de que la estoy observando. Mis ojos siguen sus gestos, atentos a los mínimos detalles que hacen de ella tan diferente, tan especial para mí. No puedo aparta la mirada de ella, llego a la conclusión de que, efectivamente, es la mujer con la que siempre he soñado. Sólo con mirarla reconozco la simpatía, el ánimo, esa energía vital que brota de ella e impregna la estancia en la que esté; sólo con mirarla preparar nuestra cena recuerdo una vez lo enamorado que estoy de ella y lo seguro que estoy de que será la mujer de mi vida.

Si no fuera porque estoy completamente convencido de que ella es mi novia y de que estoy despierto, este podría ser el sueño del que nunca quisiera despertar.

Sábado, 14 de enero de 2006.

Lo peor

Lo peor es sentirse vivo. Sentir la sangre fluyendo por venas y arterias. Sentir el pecho subir y bajar, moviendo el aire. Lo peor, definitivamente, es sentirse vivo.

Cuando salgo del colegio no me gusta que me vayan a buscar. Prefiero comer tranquilo mi merienda mientras camino, o corro o doy patadas al balón. Estar solo y disfrutar. Dejar a lo lejos a todos esos chillones compañeros de clase, a esas niñas quejicas, a esos profesores furibundos.

No quiero comer más chorizo para merendar. No quiero. Ahora que sea mortadela, de esa con aceituna, que me gusta mucho más. Sí. Y que el pan tenga mantequilla.

No quiero volver a llegar a casa y tener que hacer deberes. Ahora puedo dejarlos en blanco y saber que mañana cuando los meta en la mochila estarán terminados. Los profesores no podrán decir nada porque están perfectos, no hay errores, todo bien hecho.

No quiero vestir más estos pantalones cortos. Me siento ridículo, feo, un niño. Y no quiero. Vestiré como quiera, con vaqueros y camiseta, llevaré gorra y un pañuelo atado a la rodilla. Y playeras, no quiero más zapatos que aprieten mis dedos.

No quiero que mi hermano no esté. Quiero que vuelva y no esté muerto. Quiero que salga de esa caja negra, de esa piedra fría. Quiero que no haya bebido y que no haya cogido el coche para que esté aquí y me pueda dar un abrazo. Lo quiero a él como era antes.

Quiero que mamá me quiera. Volverá a casa y me dará besos de buenas noches. Dejará de estar tan lejos. No volverá a dejarnos solos, y cuidará de mí, y me querrá y papá no le pegará más.

Papá me va a querer. Me querrá y estará más tiempo en casa. No tendrá que comprarme otro ordenador ni otra consola, ni una bicicleta que no usaré. Estará en casa sin oler a alcohol y estará limpio y olerá bien para que mamá le siga queriendo mucho.

No quiero volver a entrar en el salón y ver a papá y mamá discutir. No quiero llegar junto a ellos y oír sus gritos. Sus voces deformadas por el odio y la furia, sus caras enrojecidas, sus ojos desorbitados. No quiero que me griten que me aparte, no quiero que aparten, no quiero caer al suelo. Que me vean, que vean que quiero que hagan las paces. Que me mire. No quiero hacer daño a papá mordiéndole la pierna. No quiero que me pegue y me tire contra mi madre y yo saltar de nuevo sobre él. No quiero ver su pistola ni sentir ese estruendo ni sentir el dolor ni el olor a humo ni el olor a carne quemada, ni el olor a sangre. No quiero que mamá salga corriendo y gritando y que papá me recoja y la siga hasta la calle. No quiero volver a dormirme así.

Quiero. Sí. Sobre todo quiero despertar. Salir de este coma y poder sentir. Aunque sea sentir el dolor de caerme, sentir el frío; o el calor y sudar y sentir las gotas de sudor resbalando por mi piel. Poder caminar y marcharme, poder huir y dejar atrás todo este dolor. Pero el niño que era ha muerto con aquel disparo. El trabajador responsable que iba a ser, ahora está incapacitado. El dulce marido se ahogó con los licores de mi padre.

Quiero escapar pero tengo las piernas de cemento. Quiero levantarme y ser niño, pero el tiempo no pasa en balde y ya son muchos años aquí postrado. Querría hacer algo bueno. Y eso aún estoy a tiempo de hacerlo. Cambiar el mundo, de alguna manera. No voy a poder plantar árboles, no voy a poder dar dinero al tercer mundo, ni siquiera podré colaborar en una ONG, pero voy a hacer algo bueno por el mundo. Voy a acabar con un mal ejemplo, voy a acabar con un dolor. Voy a acabar con una fuente de mal y de tristezas.

Pero yo solo no puedo y por eso te necesito. Te necesito para morir. Es fácil. No tanto como matar a un hada, que dicen que para eso basta con no creer en ellas. En mi caso es más bien lo contrario, debes creer en mi para que puedas tranquilamente acabar conmigo. Supongo que nadie antes te había pedido algo así, pero verás como no te cuesta hacerme este favor. De hecho, desearás hacerlo tanto como ahora crees odiar mi idea.

Dime ¿de qué sirve al mundo alguien como yo? Mis piernas son inútiles. Mis ojos están ya viejos prematuramente y mis manos… Mis manos van a hacer todo lo posible por arruinar la vida de quienes me rodean. Si despierto no tendré más opción que ser como me han enseñado que sea. Buscaré ser feliz y veré que no puedo. Y entonces buscaré el alcohol y así podré tratar de no estar en este mundo. De qué me iba a servir estar.

Vas a acabar conmigo.

Vas a matarme porque si salgo de aquí voy a querer buscar a tu hija, porque es joven y yo quiero sentirme joven y amado. Y vas a querer que no exista cuando tu hija se niegue a amarme y yo la fuerce y abuse de ella y la golpee hasta romperle algún hueso.

¿Querrás que viva?

Tú me vas matar porque sabes que el mundo es mejor sin alguien como yo. Porque tal y como he crecido no soy una persona. Porque me tienes miedo me vas a eliminar aprovechando que ahora estoy indefenso. Aprovéchate, debes hacerlo y matarme.

Te lo aseguro. Lo peor es sentirse vivo. Sentir la sangre fluyendo por venas y arterias. Sentir el pecho subir y bajar, moviendo el aire. Lo peor, definitivamente, es sentirse vivo.

Mátame. Te harás un favor.

Fe de erratas

A mi correctora

«Corriges lo que ves, señalas los errores, les dices que así no es pero ellos argumentan que los estás cambiando.»

corregir

En el suelo un puñado de lápices, bolígrafos de diferentes colores y algún rotulador incluso, que ha rodado desde la cama. Y nosotros fuimos los papeles que ahí se marcaron, se subrayaron y también se tacharon, entre las sábanas y las discusiones sobre forma o hasta el fondo.

Me cogiste siendo apenas un borrador y pasaste páginas conmigo. De mí sacaste algo bueno, alguna cita incluso. En mí dejaste borrones y tachones pero también mejores palabras, mejores besos, muchas verdades y más de un atrevimiento.

Y vienes ahora y me ves y la portada ha cambiado y mis textrañas te parecen cambiadas, diferentes. Pulidas. Como las dejaste, pero pasadas a limpio.

Me miras.

Y yo te cojo la mano y pongo tu índice sobre las erratas que aún contengo, señalado una a una. Imperfecto, pero mejor que antes de ti.

 

El ovido

El olvido es esa caja de cosas que todos tenemos en casa. Esa caja donde guardamos cosas que nos gustan, que nos recuerdan un momento, lugar o persona. Esa caja que pusimos en un lugar protegido de la casa. Es esa caja, esa misma caja […]

Read more

Tregua

Te despiertas y te ríes al comprobar que estoy con la boca en tu pezón, jugando con él entre mis labios o con mi lengua. Siento tu mirada y levanto la vista sin separar mi boca de ti. Oigo tu voz somnolienta con esencia de sonrisa:

– ¿Qué? ¿A qué sabe?

Y me haces pensar. Por supuesto, no paro de lamer y chupar a pequeños sorbos un pezón y luego otro mientras pienso. Están endurecidos ya y tu respiración ha cambiado aunque mi intención no es excitarte la recorrer con la punta de la lengua el círculo de tu aureola.

– Sabe a muchas cosas -pronuncio entre dientes y las palabras salen de entre mis labios y el rosado apéndice que chupo-. Sabe a futuro y maternidad -beso-. Sabe a esperanza y vida. También a placer y deseo -beso, chupo-. Tiene el aroma del cariño y la esencia de lo íntimo -sorbo y sonríes; cosquillas-.

– Me gustas ¿sabes? -Te miro levantando las cejas. Te animo a seguir con un «uhhmm» de boca llena- Porque sabes usar muy bien esa lengua.

Te respondo rodeando tu pezón con ella. Beso. Lamo. Y tus manos cogen mi cabeza entre mis pelos.

– Y ahora -sonríes-, deja que el resto de mi cuerpo deje de estar celoso de mis pechos.

Beso. Lamo. Chupo. La lengua baja por vientre, hace garabatos de saliva por tus caderas y dibuja espirales en tus ingles antes entrar a firmar en tu entrepierna el final de esta tregua de sábanas.

Consumirnos

El oxígeno que nos da la vida es también lo que nos la quita ¿lo sabías? Nos oxidamos y nos vamos descomponiendo, como esa pieza de hierro que se desmiga ya en el jardín tras tantos años.

El oxígeno es vida también para el fuego; se alimenta de él, como nosotros.

Y aquí estamos, tú y yo y así quiero acabar: que el oxígeno me dé la vida necesaria para consumirme contigo abrazados en la llama que nos dé calor hasta ser cenizas, pero cenizas que yacerán juntas bajo el árbol plantado por nuestros hijos.

Dream inc. – Prólogo

architecture-1354811_1920

– ¿Primer día? Tranquilo, esto es sencillo.

La voz provenía de una cara sonriente y relajada, de tez morena, que le hizo pensar en la gente de Hawaii o un paraíso similar. Efectivamente, era su primer día, la tarjeta que colgaba de su cuello tenía un muy claro “En prácticas” junto al nivel de acceso más bajo. Sólo hacía una semana que había terminado el cursillo de formación que los nuevos empleados recibían tras pasar el proceso de selección, cursillo que le había dejado con la sensación de que podría sobrevivir si todo iba bien pero que si algo fallaba, se quedaría con el culo al aire.

Durante esos días en casa esperando la llamada que confirmara el horario de su primer turno, había dado mil vueltas a lo que le habían enseñado, releído los apuntes que le habían dado y tratado de memorizar más y mejor todo. No quería fracasar. Necesitaba este trabajo y quería demostrar que valía. Y, bueno, también quería poder pagar el alquiler, claro. Debía tres meses a estas alturas y el casero no lo había echado ya simplemente porque no había tenido tiempo de buscar un nuevo inquilino. Pero si trabajaba bien, el sueldo le permitiría saldar esa deuda con la primera nómina. Un sueldo increíblemente bueno para un trabajo como ese, donde no le habían exigido apenas nada antes de seleccionarlo. Claro que, en realidad, más de la mitad de ese dinero se debía al bonus por exclusividad y privacidad.

– Soy Ekela -continuó la cara sonriente- y me han asignado este turno contigo para ayudarte a familiarizarte con todo. Verás que no hay mucho que ver pero estaré contigo toda la semana, hasta que pases al turno de noche como todos los nuevos -sintió el tono burlón de esto último-. Pero, vamos, que estaré pero intentaré no molestarte.

– Alberto -respondió sintiendo que la mano de Ekela que había apresado la suya podría haberle destruido las falanges sin mucho problema -, encantado.

Caminaron por un pasillo y cruzaron un par de puertas que “sólo se abrirán con mi tarjeta hasta que pases esta semana de prueba, luego ya te darán acceso. Tranquilo”. Todo era muy blanco y aséptico; podría pensarse que era un hospital si no fuera por la ausencia de pacientes, médicos, camillas y el olor a hospital. Y, sí, bueno, por la fachada, claro. Era de cristal negro y con elegantes y enormes letras blancas de neón en el centro

Dream inc.

Una última puerta de cristal se deslizó a un lado con un susurro y entraron en una cabina de control. Alberto había visto una durante el cursillo de formación así que la austeridad no lo sorprendió. Pero además del panel de controles y la silla que lo esperaba, había dos novedades. Una, obvia, era una segunda silla colocada allí para acomodar a Ekela. La otra era el cristal que cubría la pared frente al panel y que permitía ver una sala decorada como una pequeña habitación de hotel.

– A la izquierda está la puerta al baño -informó la voz de Ekela-, normalmente quieren ducharse antes de salir. A la derecha la puerta de entrada y salida. La luz en la sala se apagará en cuanto empiece la sesión, así que, tranquilo, no verás nada más que cómo entran y salen. Todo lo que de verdad necesitas ver para saber que no hay problemas aparece en los monitores: temperatura, ritmo cardíaco, tiempo restante, servicio contratado… todo aquí -tocó varias pantallas del panel de controles. Ekela conseguía contar todo en tono amable y sin parecer condescendiente. Aunque Alberto percibía también una relajación que lo incomodaba. Con todo lo que le habían dicho antes sobre las responsabilidades que tenía, ver a su compañero así  de relajado lo confundía.

– ¿Vamos con el primer cliente?

Claudia

Siempre de blanco. Le encantaba ese color y cualquiera podría decir que iba con su carácter: dulce y educada, amable y respetuosa, inteligente y clara. Su madre, viuda desde poco después de que naciera, tenía los ojos siempre llenos de amor. Mientras sus compañeros de […]

Read more