Sin deshacer las maletas

– Lo cierto es que apenas he deshecho las maletas. En seguida volveré a irme. A finales de mes más o menos.

Yo la miraba fascinado. Aquella chica había viajado por medio mundo, había trabajado en lugares fantásticos… y era encantadora. Contando sus batallas transmitía toda la pasión que había puesto en cada una de ellas y eso resultaba embriagador.

Apenas la conocía de unas horas, sumando todos los ratos que habíamos coincidido en la cafetería en los descansos de estos cursos de verano… pero cada vez quería estar más tiempo con ella. Y ella me dio la oportunidad. Se atrevió a invitarme a algo después de clase, el último día de clase. Fue el zumo más agradable que he tomado nunca. La conversación fue amena, me encantaba mirarla… y el tiempo pasó volando.

Mientras atardecía dimos un paseo por la costa, donde el verde de los prados se quedaba de puntillas al borde de los acantilados. El viento removía su pelo y me encantaba ver como ella se lo cogía una y otra vez con las manos.
El frío me ayudó a abrazarla. El roce me animó a besarla. Sus labios… sus labios me hicieron olvidarme del mundo.

Aprovechamos las tardes de finales de agosto para conversar y dejar que nuestros cuerpos se hablaran gesto a gesto, roce a roce… con cada centímetro de piel. Sentí que tenerla me llenaba. La miraba y ni el pasado ni el futuro parecían tener relevancia… sólo piel morena y suave en la cama y su mirada. No podía pasarme mucho tiempo quieto mirándola, realmente, porque de inmediato ella saltaba y hacía alguna monada o me pegaba en bromas o me untaba con mi desodorante que tanto le gustaba y luego me olisqueaba por todas partes… las risas no cabían en el cuarto y salían por las ventanas.

Ella iba a volver a irse. Tenia que volver a trabajar. Nunca me dijo cuando, no quiso. Yo odio las despedidas y se lo agradecí… pero al final no hubiera podido despedirme ni aunque quisiera. Porque me equivoqué… porque tuve miedo y le hice daño… porque soy idiota. Idiota, idiota, idiota.

Luego sí, traté de hablar con ella, pero no ha respondido al móvil ni a mensajes, ni a correos… y pensé que llamándola a casa… tal vez tendría suerte, tal vez estaría aquí aún y no se habría ido.

Pero ha respondido usted. Y no ella. Y el viaje no era tal viaje… no se iba al extranjero. No tenía más o menos un mes disponible para seguir aquí y estar conmigo antes de coger un avión. Perdóneme… no debería hablarle así, yo he estado un mes tratando de contactar con ella pero usted, usted lleva un mes llorando la muerte de su hija. Perdone las molestias. Ya cuelgo… gracias por escucharme.

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.