El televisor en silencio.

Muriendo por dentro

La pantalla parpadea con imágenes que ya ni me esfuerzo en comprender ni recordar, en el silencio de la noche. No quería despertarlo con el ruido de lo que sea que están poniendo, está mejor durmiendo (y tal vez soñando contigo) que soportándome así.
Perdóname por no ser fuerte, por llamarte en silencio, por buscarte a cada instante; por mirar hacia la puerta, el teléfono, el móvil… perdóname por no ser capaz de aceptar que ya no estás.

Tarde soleada.

Salió el sol. Por fin. Decidí bajar al parque, dar un paseo y leer algo, siempre con un ojo puesto sobre él.
Tu hijo recogió varias flores y cuando pensé que me las iba a dar en un ramito, hizo un montón, me sentó a su lado en el suelo y dijo:
– ¡hay que comer ensalada, que es muy sana!
Por una fracción de segundo te odié. Pero sonreí y le abracé. Y de algún modo sentí que estabas cerca en ese momento.

Paredes

Y en cada pared escribiré que te quise, con tiza, rotulador o sangre. Y la cuidad amanecerá con tu nombre en toda fachada. Y no servirá de nada… pero mi corazón sonreirá de nuevo por un pequeño instante.

Calendario

Día sí, día también tu imagen vela el sueño de nuestro pequeño. Se duerme mirándote. Aun llora dormido y muchas noches tengo que ir a abrazarlo para que olvide sus pesadillas.
Cuando vuelve a dormirse, soy yo el que llora entonces.

En el camino de vuelta a casa

Mi hijo no dejó de tirarme de la manga hasta que me paré, me volví y le pregunté:
-¿qué pasa?
– Mira -su manita de cinco años señalaba el cielo- no hay luna. Es de noche, no está -frunció el ceño y quedó cabizbajo-. Me falta mucho la luna -farfulló finalmente entre dientes.
Lo apreté contra mí y despeiné sus cabellos con un gesto con la mano. Miré al cielo púrpura buscándote a ti y pensé: tú me faltas mucho.