Los tipos duros también bailan
[NOTA: Empieza a reproducir el vídeo, sabrás cuando empezar a leer]
Me miras entrecerrando los ojos al otro lado de mi whisky con hielo en la barra de madera pulida por miles de vasos como el mío y el tuyo. Enciendes un cigarro.
Pasas tus piernas en un uno-dos de lado a lado de la silla y la piel roza la piel desprendiendo ese aroma aflorado que se mezcla con el humo sigiloso de tu cigarro que dejas caer de tus labios a tus pechos.
Un paso. Dos pasos más. Un paso. Tomarte la mano y llevarte al centro del salón. Un dos tres, delante, atrás. Giramos. Un dos tres, la colilla de tu cigarro se desarma al chocar contra el suelo y agoniza deseando volver a tu boca.
Los ojos atrapados en sus miradas y los dedos perdidos en tu cabello.
La música. El sonido de tu vestido rozando tu piel y de tus pies descalzos acariciando el suelo al ritmo del violín.
El tacto lento de tu cuerpo deslizándose hasta colgar de mi brazo.
El sabor de tu cuello en mis labios.
Nena, te tengo. No sabías que los tipos duros también bailan y esta noche eres mía.