La compra del enamorado

Se acercó a la caja y saludó a la cajera, pero sin mirarle la cara, sin levantar la cabeza de los productos que iba sacando de su cesta uno a uno.

En la chapa que lleva ella se puede leer «Paula». Paula responde al saludo con una sonrisa. Empieza a pasar los productos y van sonando pitidos.

  • Pan de molde.
  • Acelgas.
  • Uvas.
  • Leche.
  • Almendras.

– ¿Tarjeta de cliente?

Él niega con la cabeza.

– Son once con treinta y cinco.

En la pantalla está el tique. Se imprime. Él paga, ella le da el cambio y el tique.

– Hasta luego- se despide ella sin fijarse más en la pantalla donde ella solo ha visto «Pan de molde. Acelgas. Uvas. Leche. Almendras.» y él ha escrito con su compra:

P an de molde.

A celgas.

U vas.

L eche.

A lmendras.

«Me encantas, Paula» piensa él. Y el acróstico que ha creado se borra de la pantalla y también acaba en la papelera como un tique arrugado, inservible como la timidez que le hace a él quedarse callado en lugar de hablar con ella.

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