Con alcohol aún en las venas
Con alcohol aun en las venas, los sentidos alterados y la cabeza en otro sitio, escribo. Mi último recuerdo es para un grupo de filipinas, de nombres o apellidos españoles que despedían a sus “amigos” marineros que volvían al barco. Antes de eso, toda la noche con un amigo y una amiga, revelaciones, cariño, no habrá sexo nunca. Y yo sin dejar de pensar en la misma persona, sabiendo que no estará, la buscaba; sabiendo que no aparecería, la buscaba. Necesito otra vez tenerla en mis brazos y saber que alguna vez podré besar sus labios, rozar su piel… Tenerla como la pude tener. Y, a la vez, tengo presente que eso es el pasado, que no volverá, que se acabó, que perdí una única oportunidad que tal vez no debería haber tenido y que, desde luego, no me merecía.
Amar ¿a quién? ¿para qué? ¿Escogemos a quien entregar todos nuestros miedos, nuestros deseos, nuestras esperanzas de felicidad? Nos llega una persona, nueva o conocida y la vemos, de repente, diferente. No es como la recordábamos, no es como deseábamos, es diferente a lo que conocíamos. Y nos gusta que así sea, nos olvidamos de lo que era y nos volvemos locos buscando una y otra vez que sea como la estamos viendo. Una tontería, una pérdida de tiempo.
Borracho todo se nubla, pero hay cosas que se ven claras, y una de ellas se refiere a los sentimientos. No veo las teclas pero sé que quiero decir que la extraño. Antes de saber que la echaré de menos, la extraño. Antes de soñar con verla cada día a mi lado, la extraño. Y no pienso en un futuro lejano, soñar con mañana y su compañía era una misma cosa y ahora es nada. Creer que estaría ahí se ha convertido en una horrible pesadilla que no se acaba, un final terrible, un desgarro en el alma.
Y sigue, no la olvido. Y estará, pero no como la quiero. Y pensaré que todo está en su sitio, en orden, olvidado. Pero dentro de mí cada mirada será analizada, cada gesto será escrutado, cada caricia será medida buscando una pista de un cambio, un giro de emociones que me diga que donde estoy es donde tengo que estar, que me haga sentir que no soy un estúpido por quererla. Una diferencia mínima entre lo que hay y lo que deseo me hará soñar de nuevo.
Cuantas veces soñé su boca. Cuantas veces deseé su cuerpo. Tanto tiempo esperando que fuese mía y ahora sólo es mío su recuerdo.
Llovió y estoy mojado. El frío me va atenazando las piernas, el frío de su falta me ha congelado el corazón. Era lo que quería, era lo que me hacía falta. Sólo quería su compañía y besos… Solo quería darme a ella y que sonriera. Pero no ha querido. No me ha sentido necesario, no me quiere así.
Sobreviviré. El sol, en la arena, quemará mi piel y secará mis lágrimas antes de que broten. El mar y el salitre enfriarán mi cuerpo y será la ropa y no su cuerpo quien me de calor. El tiempo me traerá la noche y sabré, junto a mi almohada, que la he perdido y que la tengo a pesar de todo.
Ausencia o presencia, si no es como quería, nada vale, todo es lo mismo, todo es como no ser. Como no estar. Como olvidar.
Respiro. Aire. Dolor. Recuerdo un olor, una cara, una mirada. Y ya no será más, no será mía, será de otro que no sabrá cuánto hay dentro. Ahí, lo que era para mí será de aquel que no lo aprecia. Lo que yo deseo se perderá. Lo que mi alma necesitaba para estar completa, ya no será. Tiempo. Espera. Y certeza de que no volverá.
Seis de la mañana, te recuerdo y me duele. Te recuerdo y no sé qué hacer. Te recuerdo y me duermo porque quiero, al menos, poder soñar con lo que esperaba darte.
Se acaba el papel, se acaban las palabras. Ojalá me vieras. Borracho tal vez, sincero seguro. Te deseo y te he perdido. Te esperaba y no llegarás nunca. Se acabó y aún no había ni empezado.
25 septiembre 2005