Tan sencillo. Tan estúpido

No esperes que esta noche la luna te susurre un cuento. No esperes.

Tu piel, hoy, será unas horas la simple sábana de este cuerpo que se enfría. Serás el último paño que empape su sudor. En ti quedará prendido su último calor.
En un extremo de ti, piel blanca que cubre el futuro cadáver, brotan yedras revoltosas que crecen por ti rojas. Sus raíces capotean en el charco de sangre, pero sus hojas, como rubíes, reptan por ti tiñéndote.

«Tan sencillo como no olvidarte, tan estúpido como aún quererte.»

Su tinta última se seca en el papel que ahora ya se ha hecho parte de la piel de tus manos, rugosa, áspera… hasta que la yedra que sigue adornándote de rojo brillante llegue. Y cuando la tinta y la sangre se encuentren brotará de su pecho y a través de ti, piel tan fina, casi ya nada más que paño rojo, una respuesta.

La luna, al final, ha bajado a contarte un cuento y confundir mis palabras. Y con ellas a ti. Pero no te dejas arrastrar por su fábula, quieres que mi palabra continúe. La luna murmura pero no interrumpirá.

Tú, de su sangre ya, sobre él y siendo él cada vez más, te esfuerzas por oír que tu final se acerca y que te has sacrificado. Pero hoy la luna no te susurra el cuento que quieres oír. Hoy, no te sacrificas por él en gesto de amor. No. Hoy, él muere desangrado en su lecho porque no soporta quererte.

Hoy, camina de la mano de la Dama del Alba porque le dejaste de querer. Y estar sobre su carne tratando de mantenerla viva no esconde ese hecho.
Hoy, estás muriendo porque lo mataste al negar que lo querías.