Adiós en tono amarillo

Secó el sudor de su frente y miró al horizonte, donde el sol iniciaba su viaje al otro lado, dejando la playa cubierta por un brillo dorado. Tenía el gesto amargo que tenemos aquellos que escapamos de las despedidas como la sombra escapa al sol de mediodía en un campo de trigo.
 
A su espalda, el otoño llegaba y una brisa un poco histérica intentaba, sin éxito, sacudir a soplidos las hojas caducas. En su cara, resbalaban lágrimas doradas por el reflejo de la luz. En su garganta se ahogaba un grito agrio. En su corazón un rescoldo trataba de no morir ahoga. Y en el mar, la línea del horizonte sacaba su lengua de sol para engullir el barco en que ella iba ya, margarita sin pétalos, desnuda de aquellos silencios ardientes como el desierto.