Tregua

Te despiertas y te ríes al comprobar que estoy con la boca en tu pezón, jugando con él entre mis labios o con mi lengua. Siento tu mirada y levanto la vista sin separar mi boca de ti. Oigo tu voz somnolienta con esencia de sonrisa:

– ¿Qué? ¿A qué sabe?

Y me haces pensar. Por supuesto, no paro de lamer y chupar a pequeños sorbos un pezón y luego otro mientras pienso. Están endurecidos ya y tu respiración ha cambiado aunque mi intención no es excitarte la recorrer con la punta de la lengua el círculo de tu aureola.

– Sabe a muchas cosas -pronuncio entre dientes y las palabras salen de entre mis labios y el rosado apéndice que chupo-. Sabe a futuro y maternidad -beso-. Sabe a esperanza y vida. También a placer y deseo -beso, chupo-. Tiene el aroma del cariño y la esencia de lo íntimo -sorbo y sonríes; cosquillas-.

– Me gustas ¿sabes? -Te miro levantando las cejas. Te animo a seguir con un «uhhmm» de boca llena- Porque sabes usar muy bien esa lengua.

Te respondo rodeando tu pezón con ella. Beso. Lamo. Y tus manos cogen mi cabeza entre mis pelos.

– Y ahora -sonríes-, deja que el resto de mi cuerpo deje de estar celoso de mis pechos.

Beso. Lamo. Chupo. La lengua baja por vientre, hace garabatos de saliva por tus caderas y dibuja espirales en tus ingles antes entrar a firmar en tu entrepierna el final de esta tregua de sábanas.

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