Daily Archives:

26 agosto, 2016

Cerrado

Palabras candado. Sentimiento prisionero.

No puedo abrir la boca: sentir el mundo entrando en mí me asquea. No lo soporto. Sólo imaginarlo me provoca arcadas. Pero yo no he decidido que sea así.

Casi no puedo cerrar la boca: las palabras empujan para salir a borbotones inconexos. Pero no salen, brotan y el viento se las lleva en forma de lágrimas.

He estado en el dique. He estado solo. He llorado. Pero nada me ha liberado, sigo prisionero, cerrado. Tus palabras fueron cerramiento, reclusión de mi interior hacia sí mismo y ya sólo me siento con un hueco que se limita a crecer sin cesar.

Un nudo en la garganta no es nada comparado con esto.

Un nudo en el estómago no es nada comparado con esto: La vida ya no entra en mi cuerpo, sólo me resta esperar a que se agote la que aún queda. Las fuerzas que me vayan quedando las dedicaré sin duda a tender mi mano buscando la tuya.

Ojalá la esperanza, ya que no se pierde hasta el final, alimentara también un poco…

La hora de preparar la cena

A mi espalda, una mujer cocina. Corta, calcula cantidades, limpia, cuece, fríe… la miro absorto, pero no porque quiera aprender su receta. La miro y ni siquiera pienso que está haciendo nuestra cena. La veo moverse al ritmo de la música que se ha puesto de fondo, bailando absorta sin ni siquiera darse cuenta de que la estoy observando. Mis ojos siguen sus gestos, atentos a los mínimos detalles que hacen de ella tan diferente, tan especial para mí. No puedo aparta la mirada de ella, llego a la conclusión de que, efectivamente, es la mujer con la que siempre he soñado. Sólo con mirarla reconozco la simpatía, el ánimo, esa energía vital que brota de ella e impregna la estancia en la que esté; sólo con mirarla preparar nuestra cena recuerdo una vez lo enamorado que estoy de ella y lo seguro que estoy de que será la mujer de mi vida.

Si no fuera porque estoy completamente convencido de que ella es mi novia y de que estoy despierto, este podría ser el sueño del que nunca quisiera despertar.

Sábado, 14 de enero de 2006.

Lo peor

Lo peor es sentirse vivo. Sentir la sangre fluyendo por venas y arterias. Sentir el pecho subir y bajar, moviendo el aire. Lo peor, definitivamente, es sentirse vivo.

Cuando salgo del colegio no me gusta que me vayan a buscar. Prefiero comer tranquilo mi merienda mientras camino, o corro o doy patadas al balón. Estar solo y disfrutar. Dejar a lo lejos a todos esos chillones compañeros de clase, a esas niñas quejicas, a esos profesores furibundos.

No quiero comer más chorizo para merendar. No quiero. Ahora que sea mortadela, de esa con aceituna, que me gusta mucho más. Sí. Y que el pan tenga mantequilla.

No quiero volver a llegar a casa y tener que hacer deberes. Ahora puedo dejarlos en blanco y saber que mañana cuando los meta en la mochila estarán terminados. Los profesores no podrán decir nada porque están perfectos, no hay errores, todo bien hecho.

No quiero vestir más estos pantalones cortos. Me siento ridículo, feo, un niño. Y no quiero. Vestiré como quiera, con vaqueros y camiseta, llevaré gorra y un pañuelo atado a la rodilla. Y playeras, no quiero más zapatos que aprieten mis dedos.

No quiero que mi hermano no esté. Quiero que vuelva y no esté muerto. Quiero que salga de esa caja negra, de esa piedra fría. Quiero que no haya bebido y que no haya cogido el coche para que esté aquí y me pueda dar un abrazo. Lo quiero a él como era antes.

Quiero que mamá me quiera. Volverá a casa y me dará besos de buenas noches. Dejará de estar tan lejos. No volverá a dejarnos solos, y cuidará de mí, y me querrá y papá no le pegará más.

Papá me va a querer. Me querrá y estará más tiempo en casa. No tendrá que comprarme otro ordenador ni otra consola, ni una bicicleta que no usaré. Estará en casa sin oler a alcohol y estará limpio y olerá bien para que mamá le siga queriendo mucho.

No quiero volver a entrar en el salón y ver a papá y mamá discutir. No quiero llegar junto a ellos y oír sus gritos. Sus voces deformadas por el odio y la furia, sus caras enrojecidas, sus ojos desorbitados. No quiero que me griten que me aparte, no quiero que aparten, no quiero caer al suelo. Que me vean, que vean que quiero que hagan las paces. Que me mire. No quiero hacer daño a papá mordiéndole la pierna. No quiero que me pegue y me tire contra mi madre y yo saltar de nuevo sobre él. No quiero ver su pistola ni sentir ese estruendo ni sentir el dolor ni el olor a humo ni el olor a carne quemada, ni el olor a sangre. No quiero que mamá salga corriendo y gritando y que papá me recoja y la siga hasta la calle. No quiero volver a dormirme así.

Quiero. Sí. Sobre todo quiero despertar. Salir de este coma y poder sentir. Aunque sea sentir el dolor de caerme, sentir el frío; o el calor y sudar y sentir las gotas de sudor resbalando por mi piel. Poder caminar y marcharme, poder huir y dejar atrás todo este dolor. Pero el niño que era ha muerto con aquel disparo. El trabajador responsable que iba a ser, ahora está incapacitado. El dulce marido se ahogó con los licores de mi padre.

Quiero escapar pero tengo las piernas de cemento. Quiero levantarme y ser niño, pero el tiempo no pasa en balde y ya son muchos años aquí postrado. Querría hacer algo bueno. Y eso aún estoy a tiempo de hacerlo. Cambiar el mundo, de alguna manera. No voy a poder plantar árboles, no voy a poder dar dinero al tercer mundo, ni siquiera podré colaborar en una ONG, pero voy a hacer algo bueno por el mundo. Voy a acabar con un mal ejemplo, voy a acabar con un dolor. Voy a acabar con una fuente de mal y de tristezas.

Pero yo solo no puedo y por eso te necesito. Te necesito para morir. Es fácil. No tanto como matar a un hada, que dicen que para eso basta con no creer en ellas. En mi caso es más bien lo contrario, debes creer en mi para que puedas tranquilamente acabar conmigo. Supongo que nadie antes te había pedido algo así, pero verás como no te cuesta hacerme este favor. De hecho, desearás hacerlo tanto como ahora crees odiar mi idea.

Dime ¿de qué sirve al mundo alguien como yo? Mis piernas son inútiles. Mis ojos están ya viejos prematuramente y mis manos… Mis manos van a hacer todo lo posible por arruinar la vida de quienes me rodean. Si despierto no tendré más opción que ser como me han enseñado que sea. Buscaré ser feliz y veré que no puedo. Y entonces buscaré el alcohol y así podré tratar de no estar en este mundo. De qué me iba a servir estar.

Vas a acabar conmigo.

Vas a matarme porque si salgo de aquí voy a querer buscar a tu hija, porque es joven y yo quiero sentirme joven y amado. Y vas a querer que no exista cuando tu hija se niegue a amarme y yo la fuerce y abuse de ella y la golpee hasta romperle algún hueso.

¿Querrás que viva?

Tú me vas matar porque sabes que el mundo es mejor sin alguien como yo. Porque tal y como he crecido no soy una persona. Porque me tienes miedo me vas a eliminar aprovechando que ahora estoy indefenso. Aprovéchate, debes hacerlo y matarme.

Te lo aseguro. Lo peor es sentirse vivo. Sentir la sangre fluyendo por venas y arterias. Sentir el pecho subir y bajar, moviendo el aire. Lo peor, definitivamente, es sentirse vivo.

Mátame. Te harás un favor.