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julio 2016

El ovido

El olvido es esa caja de cosas que todos tenemos en casa. Esa caja donde guardamos cosas que nos gustan, que nos recuerdan un momento, lugar o persona. Esa caja que pusimos en un lugar protegido de la casa. Es esa caja, esa misma caja […]

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Tregua

Te despiertas y te ríes al comprobar que estoy con la boca en tu pezón, jugando con él entre mis labios o con mi lengua. Siento tu mirada y levanto la vista sin separar mi boca de ti. Oigo tu voz somnolienta con esencia de sonrisa:

– ¿Qué? ¿A qué sabe?

Y me haces pensar. Por supuesto, no paro de lamer y chupar a pequeños sorbos un pezón y luego otro mientras pienso. Están endurecidos ya y tu respiración ha cambiado aunque mi intención no es excitarte la recorrer con la punta de la lengua el círculo de tu aureola.

– Sabe a muchas cosas -pronuncio entre dientes y las palabras salen de entre mis labios y el rosado apéndice que chupo-. Sabe a futuro y maternidad -beso-. Sabe a esperanza y vida. También a placer y deseo -beso, chupo-. Tiene el aroma del cariño y la esencia de lo íntimo -sorbo y sonríes; cosquillas-.

– Me gustas ¿sabes? -Te miro levantando las cejas. Te animo a seguir con un «uhhmm» de boca llena- Porque sabes usar muy bien esa lengua.

Te respondo rodeando tu pezón con ella. Beso. Lamo. Y tus manos cogen mi cabeza entre mis pelos.

– Y ahora -sonríes-, deja que el resto de mi cuerpo deje de estar celoso de mis pechos.

Beso. Lamo. Chupo. La lengua baja por vientre, hace garabatos de saliva por tus caderas y dibuja espirales en tus ingles antes entrar a firmar en tu entrepierna el final de esta tregua de sábanas.

Consumirnos

El oxígeno que nos da la vida es también lo que nos la quita ¿lo sabías? Nos oxidamos y nos vamos descomponiendo, como esa pieza de hierro que se desmiga ya en el jardín tras tantos años.

El oxígeno es vida también para el fuego; se alimenta de él, como nosotros.

Y aquí estamos, tú y yo y así quiero acabar: que el oxígeno me dé la vida necesaria para consumirme contigo abrazados en la llama que nos dé calor hasta ser cenizas, pero cenizas que yacerán juntas bajo el árbol plantado por nuestros hijos.